La sutileza formó parte de mis juegos infantiles. Jugar con las flores, creando líquidos con ellas. Jugar con los colores del arco iris en una pompa de jabón, imaginando otros mundos en los colores que van y vienen.
Jugar con el baile escondido, con el único disco de Strauss presente en la casa, jugar con la creación de colecciones de hermosos vestidos de papel, protegidos con mi vida, y bellos solo para mis ojos.
Todo esto permitió que me entretuviera y mucho en soledad. Creando historias, un poco acercadas desde los cuentos que leía y otro poco, fruto de lo que sentía. Yo era una reina, sí, eso era y tenía contacto con todo el mundo sutil que permanece en y con las plantas. Recuerdo la delicadeza del color y forma de las flores del duraznero de jardín, aquellas que solo acariciaba, por temor a que pudieran romperse. La primer flor de manzano que mi abuelo me mostró y quedé hechizada por su belleza, el aroma de los naranjos y de las violetas cuando florecían y eran cientos….también jugué mucho con primos y amigos, pero nunca fue lo mismo. La sutileza del juego en solitario contenía una nota que me hacía vibrar el alma, los juegos en compañía, solo me entretenían de a ratos.
Lo sutil, lo delicado, la creatividad e imaginación me acompañaron y también otras energías, que se hicieron sentir. Por un lado, fue el resonar de mi alma al cual acompañaron todas aquellas personas que me acercaban lo que necesitaba (libros, cuentos e historias creadas para mí, frasquitos para mis flores, respeto del espacio para mis juegos, lápices de colores, y un afecto inmenso). Y junto a todo ello, convivía la mofa de otros, que no eran cercanos a la sutileza y que más bien la veían como un motivo de debilidad, vergüenza o locura.
Donde era realmente yo, era en las casas quinta de mis abuelos. Allí tenía el espacio y el cuidado que me permitían ser. Iba allí cuanto quisiera, siempre sola. Y era bien recibida, pues era una niña alegre y tranquila. Muy lejos de todo esto, estaban las reuniones de los domingos, donde el bullicio de la familia me alejaba totalmente de mis juegos preferidos.
En las tardes calurosas de verano, la siesta era obligada en la casa de mis abuelos. Me quedaba en el dormitorio asignado, leyendo. Leía mucho, hasta casi memorizar los cuentos, seguro que intentaba extraer lo que escondían, pero aún no era tiempo. Cuando casi me rendía el sueño, algo en mi naturaleza rebelde se ponía en pie junto con un deseo irrefrenable de salir. Descalza, haciendo poco o nada de ruido me desplazaba hacia el patio interior, y de él, salía sigilosamente al jardín, dejando atrás las habitaciones. Los primeros pasos eran cobijados por un parral, y al costado, hacia la derecha las hortensias azules me saludaban. De frente, un enrejado muy prolijo se cubría de rosas de varios colores, y allí bajaba tres escalones desparejos que desembocaban en un camino de hormigón bordeado por los agapantos blancos y lilas. Mientras mis pies tocaban el tibio suelo, todo mi ser se llenaba de vibraciones, los aromas, los colores variados e intensos de las diferentes plantas, los sonidos de la hora de la siesta apagados unos, penetrantes otros.
Los agapantos eran la guardia personal que sentía en mi papel de reina. Avanzaba cuidada y protegida por ellos. ¡Adoraba aquellas elegantes flores! Pero, llegado el final del camino, los agapantos desaparecían, y me recibía una gran higuera, y el comienzo de la quinta. El cañaveral, el espacio del bote y yate de mi abuelo, me trasportaban a otra zona. La distinguía como la zona peligrosa, sin la protección de mis agapantos. Así la sentía, era otro espacio, donde el miedo se hacía presente, quizá por la soledad de la hora.
En los juegos del ayer, yo era una reina. Y eso, me hizo plantear en el presente que debo y debemos desempeñar el rol esencial. Ese que nos mantiene estrechamente unidos a quienes realmente somos. Cuidados y cuidadosos, como nunca debió dejar de ser.
Que la esencialidad reine es prioridad.
Aunque el rol te separe de la familia o de otros conocidos, donde ese rol no es respetado, expande tu esencialidad. Esta vuelta a la esencia incluye ámbitos familiares, sociales y laborarles viejos o nuevos, donde se implantan las nuevas reglas del orden y respeto, donde lo esencial tiene y debe adquirir su sitio, ese que nunca debió perderse y que de hoy en adelante significa la regla a ser mantenida y es ella misma , la que une o separa.
Este es el nuevo orden. Las esencias deben brillar y en esta oportunidad deben unirse para jugar al juego de la vida y la creatividad.
¡Rescata tu esencia y que reine!
La sutileza debe abrirse camino en esta realidad material, y llegó su momento. Nada podrá salir afuera y expandirse si esto no sucede. Es el principio de los tiempos, es el reino de los seres esenciales, es el momento del entendimiento consciente.
Super maravilloso. Mientras leía, me sentía en el lugar disfrutando de todo lo que había. Wow me encantó.
Gracias, muy reconfortante tu comentario.
Cuanta sensibilidad y que linda forma de transmitirlo ! Gracias Evelyn
Muy amable!. Es hora de sacar fuera ese potencial.