Estaba sola en una conferencia, hasta que Rita se acercó. Era una señora cuya edad oscilaba entre los 60 y 70 años. Lucía muy bien, era simpática y enseguida optamos por tomar un café juntas. Su historia de vida no solo era interesante, sino también muy divertida. A partir de ese primer encuentro comenzamos a compartir charlas telefónicas y algunas meriendas.
Era tan entretenida, que casi estaba esperando tener una tarde libre para compartirla con ella. Todo se fue dando en forma muy casual, la invité a casa y le presenté a mi familia.
Las visitas fueron cada vez más frecuentes, hasta que fueron norma: todos los martes. Les contaba cuentos a los chicos, y pasábamos muy bien. Pronto empezó a llevarlos de paseo, parecía la abuela que nunca habían tenido. Y allí comenzó a suceder algo raro. Ya no me sentía cómoda en su presencia. En algunas oportunidades, cuando se marchaba, sentía un alivio enorme.
Empecé a darme cuenta que mis hijos hablaban mucho de ella, y mi esposo comentaba cosas al pasar :”Me dice Rita…..”
Si bien nuestra relación parecía la misma, noté que Rita hacía observaciones cuando estábamos con mi familia, sobre mi comida, mi capacidad de comunicación, mi vestimenta…. que dañaban mi estima. Sin embargo, los demás reían como si se tratara de una broma. Yo no lo sentía así.
Comencé a sentirme enferma, me faltaba energía, y allí mágicamente apareció Rita a brindarme sus cuidados. Ese día me sentí culpable por pensar mal acerca de ella…..
Continuará.
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