Traté de mantenerme en mi postura, sabiendo que lo que sentía era cierto, pero la culpa y los reclamos comenzaron a hacer mella en mí. Habían vuelto los dolores de cabeza, y a todo ello se sumaban los reclamos lastimeros de Rita, que se presentaba como una víctima de la vida y las circunstancias.
Una noche, cuando mi espalda comenzó a molestar nuevamente, decidí recurrir al terapeuta, que me habían recomendado. Allí me di por enterada que todavía tenía una batalla por lidiar.
Me vestí con mis mejores galas, a las que añadí todo lo que sé que poseo y he guardado hasta hoy en el fondo de un baúl. Apareció mi estima un poco ajada por el peso de la ropa que usé cuando estuve embarazada. La estiré y planché . ¡Lució como antes!
El coraje estaba preso en una jaula en desuso, por ello tuve que destruirla , a fin de poder vestirlo nuevamente.
Busqué en el fondo del baúl las botas, esas que pisan firme y saben llevarme a donde deseo ir. Y así, pronta, me contemplé en el espejo. Con sorpresa y orgullo, vi que era la imagen de una mujer guerrera, que mucho se me parecía…supe que mi poder estaba de nuevo en mi, y que nada ni nadie podría quitármelo.
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