Cuando casi recién comenzaba tu vida, creíste que podías con todo, y así era. El tiempo pasó y atendías tu hogar, niños y esposo. Y aún te quedaba tiempo para dedicarte a ti y a las amigas. Los chicos crecieron, y tuviste otra oportunidad. La carrera que habías escogido volvió a tomar protagonismo, y pronto apareció una propuesta laboral. Muy emocionada lo comentaste con tu pareja, que te miro con ojos incrédulos.
-Crees que podrás con todo? preguntó.
-Con todo no, respondiste, habrá tareas que repartir entre todos. Y con decisión y la alegría de lo nuevo, te lanzaste a ello.
A la emoción del primer día, le siguió el cansancio de pedir una y otra vez que cada uno se ocupara de su ropa. La llegada de la hora de la cena, con los inconvenientes comunes, qué cocinar y con qué, pues el encargado de ir al supermercado se había peleado con la novia y estaba en su dormitorio desde hacía seis horas…y todo iba sumando…
No te diste por vencida, incorporaste a Manuela como un doble de la mujer que ahora trabajaba fuera, pues el traje de la Mujer maravilla ya no se ajustaba a tu papel de vida.
En esta pequeña historia se resume uno de los muchos sinsabores de la mujer occidental de este tiempo. La idea es que como seres humanos disfrutemos de todas las etapas, la soltería, la estudiante, la profesional, la esposa, la mamá, la directora, la abuela…y que cambiemos el personaje y atuendo cuando ya no se adapta a la actualidad de tu vida.
El entorno siempre termina acomodándose, si tú estás determinada. Somos demasiado valiosas, cómo para quedarnos con el traje ajustado o el papel que ya no nos sienta bien.
Una realidad de muchas mujeres