Lo que oculta la mirada

Lo que oculta la mirada

Aún era una mujer atractiva, con sesenta y tantos…

Sus ojos seguían tan vivaces como cuando tenía 20 años, más su mirada lucía endurecida. La vida que había llevado, sacar adelante a su familia en momentos donde se sintió sola, como cuando su esposo enfermó y los niños aún eran pequeños. Los trabajos, donde debía lucir con autoridad, aún en aquello que no conocía, porque aún era muy pronto, para sus años y para el cargo a desempeñar. Todo ello había contribuido a que Elsa luciera así.
 
  Aún era una mujer atractiva, con sesenta y tantos. Alta, delgada, con un aire de reina autoritaria. Se sabía poseedora de una buena figura y que con muy poco que hiciera, luciría muy bien. Por ello, casi nunca dedicaba tiempo a su aspecto externo.
 
  Elsa estaba en una etapa, donde ya nadie dependía de ella, y deseaba más que nada,llegar a los seres de su familia con el cariño que solo una abuela puede dar. Pero, algo conspiraba, y ella no lograba relacionarse de la forma adecuada, o por lo menos así lo sentía. 
 
  Intentaba ocupar sus días en tareas que resultaran de su agrado,visitaba amigas, concurría al taller de pintura, hacía caminatas por el parque cercano y cada tres meses, se deleitaba con algún viaje. A la llegada de los mismos, su ánimo parecía cambiado, pero era solo el aire nuevo de la experiencia vivida. 
 
  Al tiempo, otra vez caía en un estado de tristeza, y no sabía bien donde encaminar sus días. La soledad era su compañera, y solo los fines de semana, alguno de sus hijos y nietos rompía la monotonía de la casa. 
 
  Elsa visitaba a su hermano José, unos años mayor que ella, y se quejaba de situaciones que siempre habían sido así, no pudiendo aceptar la vida ajena,criticaba con fuertes argumentos de superioridad. Y volvía presurosa a su casa, a refugiarse en sus plantas  en su pintura y en su soledad. Muchas veces se tentaba de visitar o hablar por teléfono con algunas primas, pero pronto recordaba sus penurias de vida y se volvía al cuadro por terminar.
 
  Un día, su nieta Paula, le dijo: -Abuela, ¿ por qué siempre tienes el ceño fruncido?, ¿siempre estás enojada? . . .  y ella ensayó su mejor sonrisa a fin de contradecir a su nieta, pero la pregunta le quedó vibrando … y tanto vibró, que esa noche frente al espejo, pudo ver a una señora con aire varonil y autoritario…una imagen que no necesitaba ni la representaba. Tomó una decisión: ¡Visitaría un salón de estética, al otro día!
 
  Elsa se presentó como siempre : impecable en su vestimenta, pero dura. Poco le costó a la profesional saber lo que buscaba. La guió, entre cabelleras más femeninas, conservando el largo deseado, le sugirió colores más suaves y algunos detalles en la vestimenta que la harían menos rígida. Combinó los colores de moda con los modelos adecuados a su edad y figura. 
 Elsa se sentía feliz, esta era la imagen que deseaba mostrar, y así animarse a nutrir a los demás con una parte suave y femenina que había estado guardada por años.    
 
Renovar tu imagen, no siempre se corresponde con estar a la moda, sino en actualizar tu ser exterior para que sea un reflejo de tu ser interno, ese que hoy deseas lucir en todo su esplendor. Hoy puede ser un día distinto al de ayer, y por ello tu imagen debe corresponderse. Es de gran ayuda, que tu imagen traduzca aquello que deseas dar, recibir  y mostrar. Hay cambios que comienzan por el exterior. Atrévete!
 
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