Las relaciones no siempre son lo que parecen, ni terminan como deseamos. A toda relación que tengamos que ponerle fin, le han antecedido algunas pocas o muchas circunstancias difíciles.
Muchas veces creemos que podremos soportar aquello que luego termina siendo el motivo del final de la relación. Por mucho que nos guste o que deseemos estar con otra persona, hay cosas que si ya nos hirieron o molestaron al principio, es seguro que marcarán la tónica de la relación, o sea, estará en forma permanente o casi permanente en ella. Y descubriremos, pasado algún tiempo, que para los tres, no hay lugar. Sí, los tres, tú , el otro/a y el maltrato.
De las relaciones donde hemos sentido degradación, humillación , vergüenza, miedo y desconcierto es vital salir. Es un imperativo de vida.Y a fin de poner en orden la situación habrá que cortar. Aquí aparece otro dilema: hablar. Si la relación hubiera sido con un igual, hablar para poner fin no solo es cuestión de honestidad sino la posibilidad de crecer de ambos. Por ello, si en la relación estuviste con otro y se te maltrató y degradó, hablar no es lo correcto. Lo correcto es irse, no avisar, no dejar teléfono ni dirección. Y si hay temas para ordenar, hacerlo por medio de interlocutores que puedan representarte.